Alejandro Aguirre Riveros.
Cabo San Lucas, Baja California Sur.
Jueves 22 de Marzo de 2018.
Héctor Narro.
El Gobierno del Estado de Baja California Sur, la Secretaría
de Cultura, y el Instituto
Sudcaliforniano de Cultura, presentaron en Macondo el libro…
“Las palabras revoloteaban como las moscas alrededor de la
mierda: El zumbido de sus alas era el de la rutina” de Alejandro Aguirre
Riveros.
“El maletín quedó tirado en el suelo con la boca desdentada,
escupiendo moribundo una bandada de hojas blancas que se llevó el viento”.
(“Luces de concreto”)
Condenarro
Tiene toda la razón el lector al creer que un título tan
largo no es muy adecuado para un libro, mas eso no deja de ser la opinión del
respetable lector, incluso podemos decir que podríamos encontrar cuentos más
cortos. El título del libro que hoy comentamos se refiere a un compendio de
cuentos, que contienen todos los elementos que la literatura de ficción y la
realista pudieran conjugar en las mismas páginas. Drama, acción, romance, sexo,
muerte, viajes, dinosaurios, un Guepeto caníbal de niños bien portados, y una
capacidad creativa y de analogías disfrazadas de metáforas que no dejarán al lector
irse sin antes disipar al enjambre de moscas que lo mantendrá pegado a las
letras.
Alfonso Wilson, Alejandro Aguirre y Calafia Pozo.
El ejemplar editado y publicado por el Instituto
Sudcaliforniano de Cultura es El Premio Estatal de Cuento Ciudad de La Paz
2015. El autor Alejandro Aguirre Riveros que se graduara en ciencias de la
comunicación y se dedicara durante sus primeros años de profesionista a
videoasta y fotógrafo y que de hecho obtuvo algunos premios en Guadalajara
relativos a ello, sufrió de una enfermedad inmunológica, que de hecho el libro
se lo dedica a los “náufragos” del síndrome Steven-Johnson, padecimiento que lo
llevaron a traducir su arte en letras, pues a punto estuvo de perder por
completo la vista. El título me recordó a Augusto Monterroso, que en algunos de
sus microrrelatos señalaba que todo escritor le debía al menos un texto a las
moscas.
En tres capítulos conjunta 22 relatos. Cuentos de toda
índole dónde la ficción se convierte en realidad y vice versa. Aborda circunstancias
comunes, cotidianas en un mundo lleno de complicaciones que en ocasiones salen
de todo parámetro sociológico, o al menos eso les parecen a unas personas
mientras a otras les resulta de lo más ordinario.
Alfonso Wilson, Alejandro Aguirre y Calafia Pozo.
En su contraportada el ISC escribe:
“¿Que es el cuento? Alejandro Aguirre intenta contestar ésta
pregunta apostando por el relato breve con algunos matices de fantasía que
incitan a la nostalgia por aquella magia olvidada dentro de los cuentos
infantiles. Los veintidós relatos que componen éste libro narran una serie de
historias cuyo frágil equilibrio entre la locura y lo cotidiano parece venirse
abajo a la menor provocación. Un pájaro parlanchín, una prostituta
suicida, un hijo obligado a vengar la
muerte de su padre, una pareja que liga por internet para alimentar a un
insecto gigante, un fantasma ebrio y un árbol que se comunica telepáticamente
son algunos de los personajes que deambulan por éstas páginas, que transitan
por el borde de una prosa ágil y un ambiguo sentido del humor del que ningún
lector podrá salir indiferente. Basta una primera lectura para sustraerse con
las historias feroces –de un ingenio trágico y original- que aquí se
presentan”.
La presentación del libro corrió a cabo de Calafia Pozo,
escritora y poetiza ya reconocida por la comunidad de Los Cabos y del Estado y
de Alfonso Wilson, fundador de la Sala de lectura Herman Yta de Isabella, de
las más activas y prolíficas de Los Cabos y docente del Cobach #04 de Cabo San
Lucas, dónde ambos coinciden en el sentido de que la creatividad, el lenguaje y
contemporaneidad de los relatos de mi tocayo Alejandro –soy Héctor Alejandro
por cierto o incierto-, quien, y aquí disiento del ISC, no tiene un humor
ambiguo, sino un sentido de la realidad con la ironía que la ficción de la
misma conlleva, dibuja con alegorías, analogías y metáforas el diario caminar
en esta jungla donde los salvajes no son los que viven en la selva, sino los
que la destruyen, motivo por el cual entra sin examen de admisión al club de
pobres locos peligrosos irreverentes, irrelevantes irremediables pero
irresistibles y reales prófugos de la injusticia que sería una mosca
vegetariana.
“No se trata de atascarse de carne sino de buscar proteína
de calidad”. (Proteína pp 89)