“Un hombre, una mujer y un perro”.

Roberto Sosa.
 
Domingo 8 de Julio de 2018.
La Paz, Baja California Sur.
Víctor Paz.
 
La catarsis del amor y el desamor,
visto a través de la mirada de un perro.
 
“Podrían alegrarse de no tener que despertarse solos en noviembre, pero ideas tan sencillas no se le ocurren a la gente.”
El Perro.
 
El Instituto Sudcaliforniano de Cultura, a través del programa “Telón Abierto”, presentó la obra “Un hombre, una mujer y un perro” de Sibylle Berg, bajo la dirección de Ignacio Flores de Lama.
 
El pasado domingo 08 de julio de 2018, se llevó a cabo la puesta en escena de “Un hombre, una mujer y un perro” en el Teatro Juárez en la ciudad de La Paz, Baja California Sur, dentro de la gira nacional que realiza la obra con la dirección de Ignacio Flores de la Lama.
 
Jorge Zarate y Daniela Zavala.
 
 “Un hombre, una mujer y un perro”, (Hund, Frau, Mann (“Perro, mujer, hombre”)),  de la artista alemana Sibylle Berg,  es una obra basada en el relato Liebe pur (“Puro amor”) de la escritora israelí, Yael Hedaya y dirigida en México por el reconocido director mexicano Ignacio Flores de la Lama con las actuaciones de Roberto Sosa, Jorge Zarate y Daniela Zavala.
 
“Un hombre, una mujer y un perro”, es la catarsis del amor y el desamor visto a través de la mirada de un perro. Nos cuenta la historia del amor instantáneo, el amor vacío y enfermizo de la pareja que ronda los cuarenta, seres con diferentes expectativas, mientras ella busca un amor verdadero, él solo piensa en sexo.
 
Jorge Zarate y Daniela Zavala.
 
Una relación pasional, que durante su búsqueda del amor, el destino les ofrece un regalo divino, un perro. Un viejo perro callejero, vagabundo, conocedor del mundo y de los humanos, un perro intelectual que le gusta el cine, la lectura y le gusta comer sándwiches de tofu, pragmático y sin complicaciones nos va narrando con una acida y divertida visión, los vericuetos de la vida, las problemáticas de la pareja, de la cual él, ya es parte.
 
La relación se torna enfermiza al grado de manipularse mutuamente, de vivir amarrado, enrolado en esa realidad y dando gracias a esa infelicidad que es lo único que les queda.
 
La escena final es demoledora, el perro se ata una cuerda al cuello, y el otro extremo, amarrado a la copa de un pequeño árbol sembrado en una cubeta metálica al que con regadera en mano, riega suavemente.
 
Una comedia, acida, temperamental y divertida.